Fracasar sí es una opción

Quiero empezar dejando claro que no soy una de esas personas que consideran que el fracaso es algo «guay» y que es bueno fracasar mucho.

No tengo esa mentalidad tan de moda últimamente de poner en un pedestal a los perdedores, especialmente si estos lo son por no haber intentado nunca nada.

Fracasar es una mierda, punto. Pero el mayor fracaso es no haber conseguido nada por miedo a fracasar.

Pero lo que también está claro es que hagas lo que hagas y, especialmente si se trata de algo diferente, con más o menos riesgo y que se sale de lo normalizado, es muy difícil que las cosas siempre salgan bien.

Otra cosa es el nivel y la relevancia del fracaso que pueda suceder y de qué modo puede afectar eso a tu vida o a tu profesión. Mientras no suceda algo que te paralice o te deje fuera de juego moral o fisicamente, los fracasos son asumibles desde mi punto de vista.

Cuando se habla del fracaso de los emprendedores, cuando se dan estadísticas de proyectos o empresas que mueren antes de cumplir un número de años, creo que se hace con una mentalidad de «funcionario». Es decir, que es como si en la vida sólo hubiese una única posibilidad de «aprobar unas oposiciones personales o profesionales» y si no lo consigues, todo terminase.

Pero eso es completamente falso.

Y eso, en menor medida, también se da en aquellos que siguen hablando de conseguir un empleo o algo peor, un contrato indefinido (indefinido, qué bien lo define, valga la redundancia).

Si esto no fuera suficiente, parece que existe una tendencia, acelerada por la rapidez y la generación de impacto de lo dospuntocero, a reducirlo todo a frases llamativas y grandilocuentes. Y en este aspecto se ha popularizado aquella estupidez de que «Fallar no es una opción».

Pues si, fallar sí es una opción. Evidentemente no debería serlo cuando estás en una cápsula orbitando la luna y está en juego la vida de tres astronautas como en el caso del Apollo XIII. Pero cuando hablamos de escribir un jodido post en un blog, de hacer algo que consideramos que pueda sernos útil o de poner en marcha un pequeño o gran proyecto, fallar sí puede ser una opción más que probable. Y desde luego es una opción mucho mejor que no hacer nada cuyo riesgo es ridículo.

Lo que está claro es que la opción nunca debería ser no hacer nada. Cuando te limitas a verlas venir para no fracasar puede acabar que tengas que enfrentarte a una situación N.E.N.A. (No Existe Ninguna Alternativa) simplemente porque no has preparado el terreno a base de prueba y error.


Hace algún tiempo hablaba con una persona muy cercana, de esas con mentalidad «funcionarial». Me refiero a esa forma de pensar que considera que, si un proyecto no funciona como estaba planeado, todo está acabado y te sugieren con más o menos sutileza que «empieces a enviar currículos» o algo peor «que prepares unas oposiciones». Porque para este tipo de personas, sólo hay blanco o negro. Empleo o desempleo. Éxito o Fracaso. Y NO ES ASÍ.

Para alguien que tiene una visión emprendedora de la vida, en primer lugar no hay un fracaso absoluto. Los que pensamos que la vida es demasiado corta como para no experimentar y probar cosas que puedan mejorar algo, siempre tenemos un montón de ideas locas en la cabeza. No somos monotemáticos. Así que, cuando tienes muchas bolas en el aire, es probable que alguna caiga. Y no pasa naaaa como diría José Mota.

Debe ser muy deprimente jugártelo todo a una sola carta. Por eso existe tanto miedo a EL FRACASO, simplemente porque piensan que sólo puede haber uno. Pero cuando estás tocando muchos palos al mismo tiempo, puedes permitirte el lujo de perder unos cuantos. Además, seguro que tienes un puñado de ellos en la cabeza esperando tomar el relevo.

De los fracasos surgen los aprendizajes, aunque debo decir que si puedes aprenderlo de otros que han fracasado antes, pues mucho mejor y te ahorras disgustos. De los fracasos surgen nuevas ideas, subproductos y te abre la mente a otras posibilidades. Esto ha ocurrido muchas veces en ciencia y en los negocios. Y yo mismo lo he experimentado.

Para una persona que trabaja por cuenta ajena, fracasar es un final. Para un emprendedor, un fracaso no es más que el principio de algo para corregir. Creo que la diferencia está en la visión del mundo, quizás los primeros piensan con mentalidad de pasado y los segundos miran al futuro. Pero eso se lo dejo a mis amigos que saben de PNL.

Yo detesto todo ese rollo del pensamiento positivo porque creo que las cosas tienden a fallar aunque lo desees con mucha, mucha fuerza. Por otra parte, creo que la mentalidad «negativa» es lo más motivador del mundo porque te obliga a mantenerte vivo, alerta y a buscar soluciones.

Creo que los «negativos» somos más felices porque ya asumimos que las cosas probablemente salgan mal y precisamente eso nos hace sentirnos vivos buscando alternativas y, sobre todo, depender de nosotros mismos y no de un universo o yoquesequemierdas que se supone que les va a conceder sus deseos si se concentran mucho, mucho, mucho.

La verdadera actitud positiva, como ya he dicho alguna vez, es esperar lo mejor mientras te preparas para lo peor. Pero antes de todo eso debes haber intentado hecho todo lo posible… y lo imposible. Y si no funciona, seguir probando.

NOTAS:

El día 9 de Mayo estaré en Huelva en un evento espectacular creado por David Barreda y patrocinado por la Fundación Cajasol en el que hablaremos de Marca Personal, Empleo, Oportunidades Profesionales y Emprendimiento un grupo de gente genial y, además, buenos amigos como Eva Collado DuránElena ArnaizGuillem RecolonsAdela de MoraDavid Barreda y yo mismo. No te lo puedes perder. Puedes informarte aquí.


Y aquí tienes el debate de esta semana entre Claudio Inacio y yo.

 





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