Perfeccionismo. Las bondades del modo beta
Como te decía en el post anterior, ya he puesto en marcha mi nuevo proyecto para los próximos años y por primera vez, después de darle muchas vueltas durante mucho tiempo, me siento cómodo, a gusto.
He tardado un poco en entender por qué hay algo que me dice que por fin he acertado, pero tengo bastante clara la razón. Lo que estoy creando no es algo inmutable, definitivo sino que es algo vivo, con sus errores y aciertos y que irá creciendo y evolucionando de forma natural.
¿Por qué es importante eso que te digo? Pues porque creo que uno de los factores más paralizantes es el de pensar que cuando haces algo, no hay vuelta a atrás. Aunque el perfeccionismo no sea una de tus debilidades, creo que a todos nos influye un poco. Por eso debemos encontrar algún «truco», una «puerta trasera» que nos haga sentir que podemos hacer cosas y equivocarnos.
Es cierto que en esta vida hay cosas que tienen un remedio difícil, pero la mayoría no tienen consecuencias irreparables. De todos modos, debemos buscar la forma de limitar el riesgo.
Vivir en modo beta
¿Esperó Steve Jobs a tener algo parecido al iPhone 13 cuando lanzó su primer móvil? No, simplemente puso en el mercado lo mejor que tenía en ese momento. Y mira que Jobs era tiquismiquis. Para llegar al 13 hay que empezar por el 1 o el 0.
Entonces, ¿Qué te impide sacar a la luz tu mejor trabajo hasta hoy? Un libro, una web, un producto, una forma de ser… Si esperas a tener la obra perfecta o considerarte a ti mismo como un ser de luz, entonces no avanzas.
Me gusta la idea del modo beta de los profesionales de la tecnología. Vivir en beta consiste en estar en un estado de continua evolución, que permite la innovación y el desarrollo de soluciones.
No digo que lo utilices como excusa para sacar cualquier chapuza o comportarte de modo descuidado, sino que, sacando lo mejor de ti no tengas miedo de hacerlo visible, aunque sabes que puede mejorar… y lo hará.
Sin betas no hay paraíso
No me considero una persona perfeccionista, pero hay otros factores que me influyen y que también afectan a muchos de mis alumnos. Me refiero a la vergüenza, el «¿y quién soy yo para hablar de XXX?» o «seguro que hay gente que lo hace mucho mejor».
¿Hay otros mejores que tú? Ni lo dudes. ¿Dónde se meten? Seguramente ni están ni se les espera. La cuestión es que mucha gente tiene potencial para muchas cosas, pero no lo convierten en algo concreto. Si tú, con lo que tienes, te atreves a mostrarlo y ponerlo a prueba, estarás dando el primer paso para crear una versión 2.0, 3.0 o n.0 de lo que haces o de ti mismo.
¿Eso da miedo? Mucho. Pero ahí está el quid de la cuestión. Si superas esa barrera de potencial del temor a las críticas o al qué dirán, ya habrás empezado a mejorar y a preparar tu siguiente versión.
Sin una versión, beta o incluso gamma nunca podrás llegar a una alfa. Y sin las opiniones ajenas, quizás no te des cuenta de lo que debes ir cambiando. Por eso, cuanto antes salgas al escenario, antes evolucionarás.
La recompensa de lo beta
Hay otro momento complicado cuando se trabaja con la filosofía beta. Me refiero a, ¿debería cobrar o pedir algún tipo de compensación o remuneración sabiendo que lo que ofrezco no es perfecto?
Si eres coach o consultor, un profesional joven que buscas un empleo, vendes artesanía o simplemente quieres salir con la persona que te gusta, vas a sentir que no tienes todo lo que hay que tener. Es el famoso síndrome del impostor. Pero, ¿Quién lo tiene? Si hasta los santos eran imperfectos.
Pues claro que puedes y debes pedir lo que te corresponde y lo que mereces. Creo que este miedo se alivia un poco si lo enfocas teniendo en cuenta un par de factores.
El primero es dejando claro a tu cliente, empleador o futuro padre o madre de tus hijos que no eres perfecto, pero que cada día harás lo posible para mejorar.
El segundo es limitando la sensación de riesgo, y eso puede conseguirse ofreciendo garantías, no exigiendo nada hasta que hayas empezado la relación o transmitiendo que siempre pueden volverse atrás. Podrás decir que es arriesgado para ti, pero mi experiencia me dice que, una vez que te prueban, casi siempre se sigue adelante y, por otra parte, tu mismo te vas a sentir más cómodo con la relación.
Menos alfa y más beta
Yo lo tengo claro, creo que los alfas no existen, simplemente se ponen esa etiqueta y, aunque algunos se lo crean, el hecho de que alguien presuma de perfección es lo primero que debería hacernos sospechar, en la política, en los productos que te prometen ganar seis cifras en una semana, en las relaciones personales o en el trabajo.
El beta sabe que tiene limitaciones y, precisamente por eso, hará lo posible para mejorar. El alfa ya empezó su decadencia porque considera que ha llegado a lo más alto.