Confianza. El canal importa

Si ya tienes unas cuantas décadas a tus espaldas, seguramente recordarás aquella idea generalizada que decía que «si ha salido en la tele o lo ha dicho la radio tiene que ser verdad». Eso mismo se podía aplicar a los periódicos y otros medios de comunicación.

Seguramente no siempre era cierto lo que nos contaban, pero no sé si porque no había tanta competencia y no había que utilizar trucos de trilero o trolero, porque un profesional se jugaba mucho más al perder su prestigio o simplemente porque los valores eran distintos, creo que, por lo general, podíamos confiar.

Todos hemos conocido casos de personas muy populares que cayeron en desgracia por una metedura de pata.

Cuando llegó Internet, al principio ocurrió algo parecido. Existía la idea de que «debe ser importante porque tiene una web». A final de los 90 y principios del 2000 no había Redes Sociales, crear una web básica era complicado y caro y pocos podían permitírselo.

Pero poco a poco, lo que parecía una bendición, la posibilidad de dar voz a todo el mundo, se transformó en un problema. De pronto, la autoridad y la credibilidad pasaron a un segundo plano. Cualquiera podía opinar sobre cualquier cosa en muchos sitios sin tener que justificar nada.

Los blogueros empezaron a ocupar el lugar de los columnistas, publicar un libro ya no era sólo para una élite, divulgar una noticia, por ridícula que fuese, estaba al alcance de cualquiera y tenía un público que la aceptaría encantado.

Y si esto no fuera suficiente, estamos llegando a un momento en el que la Inteligencia Artificial podría eliminar el elemento humano en muchos casos y «vomitar» contenidos sin límites. Será curioso ver como los contenidos los crea una máquina y se comparten y debaten entre bots.

No es un problema, es una oportunidad

Así que nos encontramos en una situación en la que los contenidos se han convertido en una «commodity», el poder no lo tiene quien tiene la información sino quien sabe elegir y ordenar la más relevante y la credibilidad ya no viene del medio o del canal sino del creador.

Todo eso es una oportunidad para aquellos que sepan utilizarla. De hecho la Marca Personal juega un papel fundamental en esta situación porque se llevarán el gato al agua aquellos que hayan sido capaces de convertirse en expertos, en personas y profesionales fiables.

Si, seguirán surgiendo plataformas y técnicas más o menos manipuladoras de atraer seguidores y de llamar la atención, pero cuando quieras una respuesta a algo realmente importante, tendrás que acabar acudiendo a los que todo el mundo (o un sector) considera como la persona a la que hay que recurrir.

Google mató a su criatura

Yo no sé tú, pero yo cada día utilizo menos el buscador de Google por una sencilla razón, lo que me da cada día me es menos útil. Entre la publicidad y el SEO, las respuestas que me ofrece son poco relevantes.

No soy antiGoogle, todo lo contrario, creo que nos ha facilitado mucho la vida, pero su criatura inicial, el buscador creo que está muriendo poco a poco.

Y así ocurre con muchas otras herramientas y plataformas dospuntocero. Hoy Twitter es un cenagal de noticias falsas, de odio y de información irrelevante. De Facebook y de su utilización en campañas políticas ya hemos visto muchas cosas. Sobre el uso de TikTok para manipular especialmente a la gente más joven ya ni te cuento.

¿Qué nos queda? Ya sé que esto va a sonar muy «Boomer», pero todavía tenemos a los clásicos, los libros, los expertos reconocidos, los periodistas y científicos que se basan en hechos. En resumen, personas, profesionales que han construido durante años una Marca Personal sólida y creíble.

Elige entretenimiento o formación/información

Creo que hemos llegado a una situación en la que hay que elegir entre ir por un camino o por otro.

La tentación es ir por el camino más frívolo, más entretenido, aunque no necesariamente fácil ni cómodo. Me refiero al de la atracción por la sorpresa, la información llamativa (o mentirosa si hace falta), el impacto constante. Es lo que utilizan algunas cadenas de televisión, «tiktokers», «influencers», «YouTubers», periodistas sin escrúpulos, políticos sin valores (valga la redundancia) y manipuladores tuiteros. El problema es que esa obsesión por epatar y sorprender acaba matando al creador.

La otra opción, también trabajosa además de lenta, es la de ganarse un prestigio ofreciendo ideas propias y no refritos de lo existente, respaldando sus opiniones con datos y utilizando canales que pueden estar pasados de moda pero que mantienen su fuerza.

Hay mercado para ambas opciones y no digo (aunque lo pienso) que una sea mejor que otra. Lo que creo es que, si eres un profesional que quiere tener una trayectoria larga y de la que puedas sentirte orgulloso, ha llegado el momento de elegir donde vas a compartir tus contenidos sin que estos se devalúen y qué tipo de información quieres compartir.





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