Confianza. Si lo veo, no lo creo

Esta semana veía en Twitter un vídeo de una persecución en la que un coche saltaba la mediana de una autopista y conseguía escapar de la policía que estaba a punto de darle caza. Era espectacular… y también falso.

Este vídeo no me llamó la atención por lo llamativo de las imágenes sino porque, en uno de los primeros comentarios, alguien decía que era falso y en otro, un tuitero compartía un vídeo en el que se explicaba como lo habían hecho con efectos digitales.

Lo que es curioso es que este tipo de vídeos o imágenes falsas ya se dan por descontadas y se asumen no sin antes haber engatusado a algunos crédulos que se dejan engañar.

Lo que está ocurriendo con vídeos y fotos ya estaba ocurriendo con documentos o simplemente con noticias enviadas y reenviadas a través de Redes Sociales o Whatsapp.

Si está en Internet… es falso

Recuerdo los primeros años de La Red, allá por finales de los noventa, en los que tener una Web era algo para unos pocos. Aunque fuese algo con un diseño que hoy nos haría reír, tener un sitio virtual propio era algo que pocos se podían permitir. Normalmente eran empresas grandes, así que, supongo que se cuidaban mucho de no meter la pata.

Con las Redes Sociales, todo aquel que tuviese algo que decir, podía hacerlo. Y como se solía decir hasta hace algunos años, Internet no es más que un reflejo del mundo real. Así que, pronto se llenó de lo bueno y de lo malo que te puedes encontrar igual que cuando te relacionas con personas en el mundo real.

La diferencia es que estar detrás de una pantalla te da una cierta seguridad o te anima a atreverte a compartir cosas que no harías si tuvieses a alguien delante.

Y si esto no fuera suficiente, las herramientas digitales te permiten hacer cosas que sólo eran posibles para quienes dominaban la tecnología.

Así que, hemos pasado de, debe ser verdad porque lo he visto en Internet (igual que el más antiguo, «visto en TV») a si está en La Red, es mentira.

Si te mienten dos veces, la culpa es tuya

Parece que hay ámbitos como el de la política en la que, no sólo se acepta que te mientan una vez, sino que muchos pueden tragar con los embusteros siempre y cuando sean de los suyos. Pero como se suele decir, si te mienten una vez, la culpa es del mentiroso, si lo hacen dos veces, el responsable eres tú.

La prensa, las empresas, los sindicatos, los líderes espirituales, incluso los científicos a los que ahora se recurre para todo, han dejado de ser creíbles. Ya no nos preguntamos si lo que nos dicen es verdad, sino que nos preguntamos las razones por las que dice eso.

El cambio climático, el COVID, la guerra de Ucrania, incluso la sexualidad se pone en duda y queda poco donde agarrarse.


Como persona de ciencias, tengo muy claro cual es el Método Científico y poco o nada de lo que se cuenta en dospuntocerolandia pasaría la prueba del algodón. Pero eso es muy triste porque, precisamente cuando esperábamos que la tecnología nos diese certezas, lo que ha hecho es acabar con cualquier resquicio de confianza.

Buscar la verdad y no soltarla

Podríamos decir lo mismo que decía Ramón Trecet en el maravilloso programa Diálogos 3, pero sustituyendo belleza por verdad.

Buscad la belleza, es la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo.

Ahora que con la IA, ni siquiera sabemos quien es el autor de los contenidos, es más importante que nunca agarrarse a lo poco que nos puede dar certezas.

Al final, en esta vida te quedas con aquellos que sabes que no te van a fallar. Sabes que una infidelidad, una mentira o un error que se oculta acaba con la credibilidad. Es como aquel ejemplo de que si echas un poco de vino a una mierda seguirá siendo una mierda, pero si echas un poco de mierda a un barril de vino, lo convertirás en mierda.

Y eso nos lleva a la Marca Personal. ¿Quién deja una Marca Personal más profunda? ¿Los que tienen muchos seguidores? ¿Los que tienen mejor pinta? ¿Los que son más divertidos? No, la marca, personal o corporativa se basa en la confianza, en la credibilidad.

Si consigues que lo que dices vaya a misa, entonces vales mucho.

Si lo poco que dices es algo que siempre da en la diana, entonces eres alguien a quien hay que escuchar.

Si tu palabra siempre coincide con los hechos, aunque tarde un poco en demostrarse, entonces no eres «influencer», eres influyente.

Quizás todo esto que está ocurriendo nos acabe abriendo los ojos y nos obligue a volver a los «clásicos», al puñado de personas incorruptibles, que defienden sus valores pase lo que pase («freedom is not free»).

Quizás La Red dejará de ser un lugar de formación e información para limitarse a ser un espacio de entretenimiento. Aunque me temo que seguirá siendo un lugar fiable para quienes prefieren o incluso disfrutan siendo engañados.


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